g) Reflexión

Terminé de recorrer la vida de mi familia, comenzando con mis bisabuelos nacidos a mediados del siglo XIX y concluyendo con sus choznos al comenzar el siglo XXI. Recorrí fugazmente la vida de seis generaciones, y quedaron muchos baches que no pude llenar, por falta de información y de medios económicos para investigar más profundamente. Lo único que me queda, es hacer una reflexión muy personal: que poco sé “de todos”. Mis abuelos, salvo mi abuela materna por ser quien me crió, murieron sin que jamás me preocupara por conocerlos, y no es disculpa suficiente mi poca edad de entonces, es “indolencia“, y eso no tiene justificativos. Tuve que preguntar a otros, cómo era mi abuela o mi abuelo, y además de sentir una gran vergüenza por mi ignorancia, descubrí que ninguno de los cuatro, tuvieron vidas muy felices. Los dos matrimonios tenían grandes desavenencias, eran muy distintos, jamás podrían haber tenido una pareja feliz, y supongo que siguieron juntos porque en esa época un divorcio, era un escándalo, y porque cuando se casaban, lo hacían para toda la vida ... aunque les costara la vida.
Llegué al final, y sigo ignorando mucho de lo más importante : el interior de cada uno de ellos, sus sueños, sus ilusiones y sus penas.
Quisiera el milagro de los cuentos de hadas que leíamos de chicos, para tenerlos un momento de nuevo conmigo, un momento que no sería suficiente para conocerlos, pero sí para darles ese abrazo que no les di. Un solo momento, para sentirlos cerca y decirles cuanto los quiero. Un solo momento, para guardar en mis pupilas una sonrisa de ellos, y en mi piel, esa caricia que no recuerdo.
Y si los milagros son posibles, un momento también con mi mamá, para al menos tener un recuerdo de ella, de su mirada, de su voz, de su risa, y de cómo era tener una madre que te de amor, que te cuide y te mime. No quiero tener solamente el recuerdo de su agonía y muerte, quiero recordarla con una sonrisa y con un sabor dulce en la boca y en el corazón.
Pero la vida no es un cuento de hadas, y los milagros de ese tipo no existen, entonces, debo seguir adelante, lo que fue, ya no se puede cambiar, pero somos dueños de modelar nuestro futuro y no permitirnos cometer una vez más los mismos errores. No dejemos para otro día el ir a visitar a un familiar, porque a lo mejor llegamos tarde. No importa si el otro no nos demuestra la misma necesidad, demos el primer paso para lograr un acercamiento. No esperemos recibir, para dar, hay que dar por la simple satisfacción que nos da hacerlo.
Por último, quiero escribir una frase que alguien muy querido una vez me dijo: ¡ ... nunca dejes de dar amor, pues quien vibra en amor, vibra en perfección !