a) Prólogo


Siempre al hombre le preocupó saber de dónde viene el ser humano y hacia dónde va; se dan muchas teorías al respecto, pero nada concreto. Yo no soy la excepción a la regla; como todos, también tengo esa preocupación, y como todos tampoco tengo respuestas. Pero hay algo que sí puedo develar y es la historia contemporánea de mi familia. Tengo la necesidad de encontrar mis raíces viajando hacia atrás en el tiempo. Pienso que a todos en algún momento les sucede, cuando han muerto los ancestros y pasa a ser uno mismo la cabecera de familia, cuando el último referente partió, cuando no hay a quién preguntar, cuando pasás a ser el que responde a las inquietudes de los más jóvenes, entonces ahí te encontrás sin respuestas a todas aquellas preguntas que deberías haber hecho y nunca hiciste. Querés saber por vos mismo y saber para transmitir, necesitás afianzar las raíces para sentirte firme. Y sobre todo esperás que aquellos que hoy deben escuchar, escuchen, porque algún día serán ellos los que demanden saber y tal vez ya no haya quien les responda. Estos son los motivos que me llevan a dejar por escrito todo lo que pude averiguar, que no es mucho, pero es mejor que nada, con la esperanza que cuando yo ya no esté, alguien continúe con este diario íntimo familiar.
Digo diario íntimo, porque la intención es que no sólo figuren nombres y apellidos, fechas frías y acontecimientos puntuales, sino también todo aquello que hace al ser humano, su personalidad, sus gustos, inclinaciones, talentos, que son en definitiva lo que se transmite genéticamente y que nos da la respuesta del por qué al hijo de fulano le gusta la música o al de zutano el deporte, o del carácter de uno o el color de ojos del otro. En conclusión, “conocerlos” y a través de ellos encontrarnos a nosotros mismos. Yo no tengo ya en mi rama directa a quien preguntar, así que todo lo que a continuación detallo es producto de investigación en notas de diarios, libros y preguntando a los tíos más viejos lo que ellos recuerdan, que lamentablemente no es demasiado, y también mis propios recuerdos.
Cabe aclarar que tengo la inapreciable ayuda de mi hija María Agustina Rodríguez Giovanola, que también me da la tranquilidad del convencimiento de que ella va a ser la sucesora de este diario y que va a asumir la responsabilidad de transferirlo a sus descendientes.
Por último y antes de comenzar, quiero dedicárselo a quienes me inspiraron a realizarlo, mis padres, abuelos y bisabuelos, para rescatarlos del olvido y agradecerles el legado de los valores morales que nos dejaron, con sus defectos y virtudes, y también a los que vienen detrás de mí, mis hijas, nietos, bisnietos, tataranietos, choznos, para que aprendan a rescatar en la vida el valor de la familia, en este mundo actual que intenta destruirla... y para cuando les llegue el momento de hacerse las inevitables preguntas.

Gabriela Laura Giovanola
11 de Noviembre de 2000