c) Los "Perfetti"

Nos encontramos nuevamente en la pintoresca Recanati, donde también vivían el matrimonio de Rosa Giardinieri,
nacida el 1° de Julio de 1864, hija de Lucia Corbata y Filippo Giardinieri; y Luigi Perfetti, nacido el 26 de abril de 1861,
de profesión zapatero, hijo de Francesca Baldassarri y de Zenone Perfetti. Desde la casa de Rosa y Luiggi, se podía contemplar el imponente Castillo del Conde Giacomo Leopardi.
Rosa, era compañera de trabajo en la hilandería, de Emilia Erminia Capodaglio de Scoppa. Juntas, recorrían caminando los ocho kilómetros que las separaban del lugar de trabajo, juntas pasaron hambre, juntas pasaron frío, hasta que Erminia emigró a la Argentina.
La primer hija de Rosa y Luigi fue Francisca, a quien afectuosamente la llamaban Checca, su segundo hijo fue Vitaliano, quien nació el 4 de Agosto de 1894 y por último Dora, la hija menor.
Vitaliano, era un niño de carácter rebelde y travieso, uno de sus pasatiempos era ir con su grupo de amigos, a tirar bolas de barro desde arriba de un puente, a la gente que pasaba por debajo; y esa era sólo una de las tantas travesuras que tantos dolores de cabeza le daban a su madre.
Tal vez por el espíritu religioso de la familia, o simplemente como intento de moldear al indomable, los padres lo enviaron a colaborar como monaguillo a la iglesia del pueblo, donde concurrió cada día durante muchos años; aunque el único cambio que produjo tal tarea, fue el de convertirlo en ateo, debido a las barbaridades y contradicciones que presenciaba de quienes, supuestamente, estaban representando a Dios.
Vitaliano aprendió junto a su padre el oficio de zapatero y lo acompañaba a los conventos a reparar el calzado, y a cambio les prometían comida, que nunca les daban.
Los inviernos en Recanati eran muy fríos y las nevadas intensas, por las mañanas para salir de la casa, al igual que el resto de los pobladores, debían abrirse camino entre la nieve con una pala. La vida era muy dura, ellos como todos, también sufrían las consecuencias de la guerra, la falta de trabajo y las carencias.
A los 18 años, siendo un joven rubio, de tez muy blanca y ojos muy celestes, solo con sus maletas y el oficio de zapatero, Vitaliano dejó a su familia, como los Scoppa y como tantos otros que en busca de un futuro mejor dejaron su tierra, se embarcó a la Argentina.
Llegó al Puerto de Ensenada y se estableció en una pensión de huéspedes de la Ciudad de La Plata.
Eran épocas difíciles, y no tan sólo por la situación política y económica, sino también por la falta de adelantos que aún había en la medicina. Cualquier enfermedad, de las que hoy ni siquiera tenemos en cuenta, gracias a los antibióticos, en ese momento podía ser mortal. Y así fue; allá en Italia y con tan solo 15 años, debido a una infección en una pierna, falleció Dora, la hija menor de los Perfetti.
Con el correr del tiempo, Vitaliano hizo venir a la Argentina a su hermana Checca junto a su flamante esposo Silvio Capodaglio, hombre bondadoso de profesión peluquero. Alquilaron una vivienda en la calle 51 e/ 16 y 17 y mientras, construían la casa propia en 51 e/ 22 y 23.
El haber venido a nuestro país, hizo que Silvio se salvara de ser partícipe de la Primer Guerra Mundial en 1914, por lo que siempre estuvo infinitamente agradecido con su cuñado.
Vitaliano volvió a Recanati a buscar a sus padres, y ya todos juntos continuaron con su vida en La Plata; aunque no por mucho tiempo para Luigi, que falleció a los pocos años de estar aquí.
A Vitaliano y a Giuseppe Scoppa, no solo los unía la amistad de sus familias, su patria natal y su pueblo, sino también la profesión y el lugar de trabajo en la Argentina. Vitaliano al igual que él, trabajaba a destajo en Suministros del Gobierno, es decir que se llevaba el trabajo a su casa; pero a diferencia de Giuseppe, él era zapatero fino, no solo realizaba composturas, también fabricaba para un comercio de la ciudad, los zapatos que luego irían a las vidrieras.
Así, frecuentando a los Scoppa, es como Vitaliano conoció a la hija menor de éstos, Rosa, la alegre, de carita redonda, largos cabellos negros y ojos muy oscuros, y comenzaron un noviazgo que terminó en matrimonio el 15 de Diciembre de 1929. El con 37 años y ella casi 27, y como si el destino estuviera marcado, con la misma disparidad de caracteres que había entre Erminia y Giuseppe Scoppa. Él irascible y autoritario, ella de débil carácter y corazón bondadoso, la historia se repetía de madre a hija, como se repitieron los pesares de la convivencia conyugal. Eran tiempos donde la esposa dependía pura y exclusivamente del marido, donde ni siquiera se podía pensar en la separación, y si alguna vez se pensaba, era un sueño que en la realidad se convertía en imposible.
En un comienzo vivieron junto a Checca y Silvio en la casa que éstos aún alquilaban, pero luego, tras la insistencia de la hermana y la madre por verlo progresar, compraron un terreno en 49 e/ 19 y 20, donde construyeron su casa.
El 10 de Enero de 1931, nació su primera hija, a quien Vitaliano, en memoria de su hermana, le puso el nombre de Dora; Rosa entonces le eligió como segundo nombre, Norma, porque era el que le gustaba a su hermano Federico. Cuatro años después, el 21 de Abril de 1935, en un parto muy difícil, que casi les cuesta la vida a los dos, nació el segundo y último hijo, a quien en homenaje a sus abuelos le pusieron el nombre de Luis José.
Vitaliano tenía el taller de zapatero en su casa, y Rosa bordaba en su máquina Singer las charreteras para Suministros, y con esto ayudaba en la manutención del hogar.
Silvio y Checca se mudaron a la flamante casa, con la peluquería al frente; y con ellos la madre, la “nonna Rosa”. La cual era una mujer bondadosa y muy trabajadora, que durante toda la vida había lavado ropa para ganar algo de dinero allá en su pueblo. Con el correr del tiempo, y dicen que debido a los años que sus ojos estuvieron expuestos a los rayos solares, que se reflejaban en las prendas blancas que tendía a secar al sol; fue perdiendo la vista hasta quedar ciega.
Checca, era de carácter fuerte como su hermano y no tuvo la dicha de tener hijos propios. Su esposo Silvio, que amaba a los niños, brindó todo ese caudal de sentimientos, a sus sobrinos Dora y Luis; los llevaba a pasear y les daba todo lo que estaba a su alcance. Era un hombre elegante de sentimientos nobles y gran corazón, que en el año 1955 murió de una afección cardíaca.
La nonna Rosa falleció en 1961, a los 97 años de edad, y Checca, en Febrero de 1963 de cáncer de pulmón.
Vitaliano era un hombre muy trabajador y honesto, aunque su avaricia impedía que su esposa, sus hijos y hasta él mismo, disfrutaran de los frutos de su esfuerzo. Tampoco les supo dar afecto, y no por falta de sentimientos, ya que me consta cuánto los quería, sino por no saber demostrarlo; sería por su carácter o por esos antiguos conceptos machistas, que confundían amor con debilidad. En definitiva, fueron su esposa Rosa y el tío Silvio quienes colmaron de amor y cuidados a sus hijos. Le gustaba la ópera y pasaba horas sentado en la cocina escuchando su música preferida, en su vieja radio. Ya de grande se jubiló de Suministros de Gobierno y luego comenzó a trabajar en el Pañol del Instituto Biológico hasta el último día de su vida, el 31 de Julio de 1975, cuando a los 81 años sufrió un infarto al llegar a su trabajo. Con su carácter fuerte y el mío rebelde, chocábamos demasiado, nunca pudimos tener un diálogo, él no supo acercarse a mí y yo, por mis pocos años tampoco supe hacerlo, pero hoy lamento no haber podido conocerlo y hacerle las preguntas que ya no tengo quien responda, sobre su vida, su pueblo, su patria y sus sentimientos, tan guardados.
Rosa era una persona especial, es muy difícil describirla sin parecer que uno exagera guiado por los sentimientos. Su corazón era tan grande como lo fueron sus pesares. No fue feliz en su matrimonio y tuvo pérdidas de las cuales jamás pudo recuperarse. Trabajadora incansable, fue una madre y abuela sobreprotectora, parecía que su vida solo tenía sentido ¡dando!, y dio hasta el último día de su vida, cuando en una noche calurosa de Enero, exactamente el 15 de Enero de 1985, luego de tres meses de internación, falleció en el Hospital Italiano a los 81 años.
Luis José Perfetti, el hijo varón, de características físicas parecidas a las de su padre, aunque no heredó ni sus ojos celestes ni su personalidad, en cambio sí de su madre, la bondad y la generosidad; estudió en el Escuela Industrial, empezó a trabajar a los 14 años y fue siempre un buen hijo que nunca dio preocupaciones a sus padres. Le gustaba andar en bicicleta y jugar al fútbol. Se recibió de Técnico Químico, y en el cuartito del fondo de la casa, con un compañero de estudios como socio, se pusieron a fabricar champú de gran calidad; pero por falta de visión comercial o de medios para competir con las conocidas marcas, y a pesar de ser su producto superior a los más famosos, el negocio fracasó al poco tiempo.
En 1963, trabajando y estudiando Ingeniería Química, se casó con Marta Raquel Desimone,
al tiempo nació su único hijo, Claudio Gabriel Perfetti, el 30 de Septiembre de 1963.
Con esfuerzo y muy buenas notas se recibió de Ingeniero y se radicó junto a su esposa e hijo en la Ciudad de Berisso. Trabajando en D.E.B.A. logró llegar a una importante jefatura. Construyó su casa en sus ratos libres, y con sus propias manos puso cada ladrillo, cada mosaico y cada cañería, haciendo gala de su tesón y
capacidad. Bondadoso y honesto, cariñoso con sus seres queridos, trabajador e inteligente; en conclusión, alguien a quien no se puede dejar de querer y admirar. Hoy está jubilado y disfrutando de sus nietas.
Su hijo, Claudio,
se recibió de Técnico Mecánico, y se casó en el año 1991 con Gabriela Castagnasso, nacida el 20 de Octubre de 1971. El 30 de Julio de 1992 nació su primera hija, María Luz Perfetti, y el 15 de Junio de 1999, su segunda y última hija, Oriana Perfetti.
Trabaja desde hace algunos años en Astilleros y desde hace un año, además de su tarea habitual, asumió la responsabilidad de Delegado Sindical. Viven en Berisso junto a sus padres, Luis y Marta.

La hija primogénita de Rosa y Vitaliano, y hermana mayor de Luis, Dora Norma Perfetti, a los cuatro años y debido a un enfriamiento, quedó delicada de los bronquios y comenzó a sufrir de asma. Realizó los estudios primarios en la Escuela N° 10, en la calle 48 y 16, y luego estudió bordado a mano en la Escuela Profesional. Era la mimada del tío Silvio, su padrino de bautismo. Delgada, rubiecita, de ojos grandes, alegre, de una risa contagiosa y un corazón como el de su madre ...